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José Armas en el periódico El Comercio bajo el titular «Asturias nada tiene que envidiar al Caribe»

Recibe José Armas (Oviedo, 1985) recién inmunizado contra la covid en su estudio, una capilla sixtina de la magia que es oficina y también sala de ensayo, donde vive, trabaja y guarda sus artilugios de mago. Todo tipo de espadas, incluidas varias catanas, animales, explosivos, máquinas, baúles, cajas misteriosas… también una camisa de fuerza. Cuando no está trabajando, está maquinando, aunque la buena mesa asturiana -se declara carnívoro («El chuletón es lo que más me gusta de este mundo»), mago e hipnotista- y la «poca marcha que nos deja Barbón disfrutar» por Oviedo y Gijón también encuentran acomodo en su agenda veraniega. Y sobre su profunda mirada, y contra los rumores que corren por ahí, quiere dejar algo claro: «No me pinto la raya del ojo».

Está preparando dos proyectos, potentes y ambiciosos, con vistas al día en el que acabe la limitación de aforos y asegura que desde 2003, cuando hizo la selectividad, solo ha tenido «cinco semanas de vacaciones, en años diferentes. Y las que he cogido me voy con el ordenador y el móvil. Mientras estoy en la playa, voy hablando por teléfono», reconoce. Este año no tiene nada previsto. «Con todo lo que tengo que hacer, marcharme me crea ansiedad», asegura. Hiperactivo como pocos, dice que en nueve años «que yo recuerde, me he sentado cuatro veces en el sofá de casa. Un par de veces para ver programas en los que me habían entrevistado, otro par de veces a ver una peli».

 
 

Así que este verano, más allá de salir a cenar y tomar algo siempre que pueda después de trabajar, se apuntará a algún plan puntual que le propongan. «No me privo: si un día quiero ir a la playa, pues voy, o me voy a surfear con unos amigos». Y lo tiene claro. «Si me tocase el Euromillón, haría lo mismo que ahora. No tengo que dedicarme a la informática, que es lo que estudié y aborrezco. Vivo de mi hobby, de hacer lo que me gusta. Soy todo un privilegiado», celebra. «Lo haría gratis».

Cuando viaja por España o por el extranjero, siempre aprovecha para conocer los sitios que visita. «Voy habitualmente a Madrid, y siempre pongo las reuniones de jueves y lunes, para poder aprovechar el fin de semana», apunta. Y cuando domine lo de teletransportarse, está en ello, «viajaré a Egipto, allí me podría pasar meses, pues me encanta todo lo relacionado con la arqueología. También podría irme al Caribe o Cancún, pero Asturias, Canarias o Baleares no tienen nada que envidiar a esos lugares, así que tampoco me parece necesario irme demasiado lejos».

Aunque ya no pasará las navidades currando en el Jovellanos -su festival ha sido retirado de la programación- «el epicentro de mi verano es Gijón», cuenta. Lejos quedan aquellos veranos infantiles en Ibias, en casa de su abuela paterna. «Desde que murió mi padre, no he vuelto. Iba con él y ahora no me sale. También pasaba un mes o mes y pico en Almuñécar con mis padres y mis dos hermanos, pero desde que empezó lo de la magia y la universidad, nada es lo mismo».

 

 

 

 

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